viernes, 27 de noviembre de 2015

Entrada al infinito





  Una de las ideas más fascinantes y a la vez más emocionantes de la llamada ciencia ficción es el relato escrito por H. G. Wells titulado "La máquina del tiempo", y en otras versiones ulteriores, hay una pequeña máquina construida, normalmente, por un solitario científico en un remoto laboratorio.  Se marca en un dial el año que interesa, se sube a la máquina, se presiona un botón, y al instante, aquí esta el pasado o el futuro.  Entre los dispositivos comunes que aparecen en todos los relatos del viaje en el tiempo están las paradojas lógicas que acompañan al hecho de encontrarse a sí mismo hace varios años, en el pasado;  suprimiendo un antecedente lineal, hereditario;  interfiriendo directamente con importantes  acontecimientos históricos ocurridos en los últimos milenios;  o pisando accidentalmente una mariposa precambriana, siempre se está cambiando toda la historia subsiguiente de la vida.
  Tales paradojas lógicas no se dan en los relatos sobre el viaje en el futuro.  Excepto el elemento nostalgia -el deseo que todos sentimos de revivir o reivindicar algunos elementos del pasado-, un viaje hacia delante del tiempo seguramente es tan emocionante como el hecho de retroceder en el tiempo.  Sabemos muchas cosas sobre el pasado, pero nada sobre el futuro.  Los viajes hacia este último poseen  un mayor grado de emoción y hasta de excitación intelectual que no tienen los que podríamos calificar de viajes hacia atrás, es decir de retroceso en el tiempo.
  No cabe la menor duda de que el viaje hacia el futuro es posible:  lo realizamos todos los días, a cada instante, al envejecer normalmente.  Pero hay otras posibilidades más interesantes.  Todo el mundo ha oído hablar, e incluso hoy día hay mucha gente que la entiende, sobre la teoría de la relatividad de Einstein.  Fué el genio de Einstein el que sometió nuestros usuales puntos de vista acerca del espacio, tiempo y simultaneidad, a un profundo y lógico análisis, que pudo haberse efectuado hace ya dos siglos.  Pero la relatividad especial requería, para su descubrimiento, una mente que estuviera totalmente alejada de los prejuicios convencionales y ciega adhesión a las creencias predominantes;  por supuesto, rara inteligencia en cualquier época.
  Algunas de las consecuencias de la relatividad especial son contraintuitivas en el sentido de que no corresponden a lo que todo el mundo ve observando cuanto les rodea.  Por ejemplo, la teoría dice que una vara de medir se contrae en la dirección en que se mueve.  Cuando uno avanza, andando, adelgaza en la dirección en que avanza, pero no a causa de una pérdida de peso.  En el momento en que uno se detiene, inmediatamente recupera su dimensión corporal normal.  En forma parecida, cuando corremos tenemos más peso, más solidez, que cuando permanecemos inmóviles.  Estas proposiciones parecen  estúpidas e incluso quizás absurdas, porque la magnitud del efecto es demasiado pequeño para medirlo a velocidades del impulso.  Pero si fuésemos capaces de movernos a la velocidad de la luz (digamos 300.000 kilómetros por segundo, aunque no hace mucho se ha superado esa medición y se dice que llega a 93 millones de kilómetros por segundo), estos efectos serían manifiestos.  De hecho, los costosos sincrotones -máquinas para acelerar partículas cargadas muy cerca de la velocidad de la luz- tienen en cuenta estos efectos y trabajan solamente porque ocurre que es correcta la relatividad especial.  La razón de que estas consecuencias de la relatividad parezcan contraintuitivas es que no estamos acostumbrados a viajar a la velocidad de la luz.  Y no es que le ocurra nada malo al sentido común;  el sentido común ocupa perfectamente su lugar.
  Hay una tercera consecuencia de la relatividad, un efecto raro e importante sólo porque se aproxima mucho a la velocidad de la luz:  el fenómeno llamado dilatación del tiempo.  Si nos moviésemos próximos a la velocidad de la luz, el tiempo, tal y como se puede medir con nuestro reloj pulsera o mediante los latidos del corazón, transcurriría más lentamente que el de un reloj comparable, pero estacionario.  Además, ésta no es una experiencia de nuestra vida diaria, sino que es una experiencia de partículas nucleares, que poseen relojes en su interior (sus tiempos de declinación o decadencia), cuando se mueven a la velocidad de la luz o más bien próximas a esta última.  La dilatación del tiempo es una realidad medida y refrendada del Universo en que vivimos.

La dilatación del tiempo implica la posibilidad de viajar en el tiempo hacia el futuro.  Un vehículo espacial que pudiera moverse arbitrariamente próximo a la velocidad de la luz condiciona el tiempo medido en el vehículo para moverse tan lentamente como se desee.  Por ejemplo, nuestra galaxia tiene un diámetro de aproximadamente unos sesenta mil años luz.  A esa velocidad, dicho vehículo tardaría sesenta mil años en cruzar de un extremo a otro de la Galaxia.  Pero este tiempo se mide, por supuesto, por un observador estacionario.  Un vehículo espacial capaz de avanzar casi a la velocidad de la luz atravezaría la Galaxia de un lado a otro en menos del tiempo que se atribuye a una vida humana.  Con el vehículo idóneo, podríamos cincunnavegar la Galaxia y regresar casi doscientos mil años más tarde, tal y como se mide en la Tierra.  Naturalmente, nuestros amigos y parientes habrían cambiado un poco en este intervalo, como habría ocurrido con nuestra sociedad y es probable que hasta con nuestro planeta.
  De acuerdo con la relatividad, incluso es posible circunnavegar todo el Universo dentro del período de tiempo de una vida humana, regresando a nuestro planeta muchos miles de millones de años en el futuro.  De acuerdo con la relatividad no hay la menor perspectiva o esperanza de viajar a la velocidad de la luz y ni tan siquiera acercarnos a semejante medida.  Y tampoco hay posibilidad de viajar retrocediendo en el tiempo;  simplemente podemos reducir el tiempo, pero no detenerlo o hacerlo retroceder.
  Los problemas de ingeniería que implican las construcción de vehículos espaciales capaces de desarrollar tales velocidades, son enormes.  El Pioneer 10, el ingenio más rápido fabricado por el hombre, y que ha podido abandonar nuestro Sistema Solar, viaja a una velocidad diez mil veces menor que la de la luz.  Así pues, el viaje hacia el futuro no es, ni muchísimo menos, perspectiva inmediata, pero sí concebible para la avanzada tecnología de planetas de otras estrellas.
  Aún hay otra posibilidad que debe mencionarse:  es una perspectiva que, sin duda, encierra más especulación.  Al final de sus tiempos de vida, las estrellas que tengan una masa 2,5 veces mayor que nuestro Sol sufrirán un colapso tan poderoso que no habrá fuerzas conocidas que puedan evitarlo.  Las estrellas provocan una especie de pliegue o arruga en la tela sideral -mas bien un orificio o agujero negro- en el cual desaparecen.  La física de los agujeros negros -particularmente de los agujeros negros que giran- se entiende en la actualidad bastante mal.  Sin embargo, existe una conjetura que no se puede rechazar y que vale la pena anotar:  Los agujeros negros pueden ser una especie de paso o aberturas al infinito, a algo desconocido incluso para la mente humana.  Si nos lanzáramos al interior de uno de estos agujeros negros, seguramente, y así se especula, emergeríamos en otro lugar del Universo y en otra época en el tiempo.  No sabemos si es posible alcanzar esta parte del Universo más rapidamente atravezando un agujero negro, que siguiendo la ruta normal.  Ignoramos si es posible viajar en el pasado lanzándonos al interior de uno de estos agujeros negros.  Las paradojas que implicaría esta última posibilidad podrían emplearse en contra de semejante probabilidad, pero en realidad no lo sabemos.
  Hasta ahora, todo cuanto sabemos, o creemos saber, es que los agujeros negros son los canales de transporte de civilizaciones tecnológicamente avanzadas, quizás canales tanto en el tiempo como en el espacio.  Hay un gran número de estrellas que poseen una masa 2.5 veces mayor que la del Sol;  suponemos que todas ellas deben convertirse en agujeros negros durante su evolución relativamente rápida.
  Los agujeros negros pueden ser entradas al País de las Maravillas.
¿Habrá allí Alicias o conejos blancos?
 

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